PORQUE OLVIDO. DIARIO 2005-2019
Todo diario es una lucha contra el olvido. Dejar constancia no solo de lo sucedido día tras día, sino de los pensamientos que han suscitado determinados acontecimientos, es una labor ardua, propia solo de quienes poseen la virtud de la perseverancia —en realidad, también son proclives a llevar un diario ciertos ególatras que viven en la certeza de que cualquier cosa que (se) les ocurra es digna de ser contada, pero este no es, evidentemente, el caso— y de quienes tienen la experiencia y el oficio necesarios para saber contarlo, porque, al menos en el caso que nos ocupa, la vocación de estas anotaciones no fue la de quedarse en el anonimato, sino la de ver la luz con la suficiente inmediatez como para que los hechos narrados pudieran ser, cuando de actos públicos se trataba, constatados y contados sin los filtros que pone a disposición del escritor la memoria. Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) nos dice que fue «incapaz de mantener un diario con la debida asiduidad y la obligada exigencia hasta que el 2 de mayo de 2005 [inició] la publicación de un blog en Internet». Ese blog que echó a andar hace ahora ya quince años es el origen de este Porque olvido, título que procede de un verso del primer libro de nuestro autor, Territorio. Valverde nos informa además de que, a la hora de publicar estas anotaciones por métodos tradicionales, es decir, en el formato de libro impreso, apenas ha corregido nada: «Alguna errata, ciertas frases, varios nombres…», aunque también nos avisa de que dicha publicación no reproduce con exactitud lo escrito en el blog: «He dejado fuera todo aquello que queda al margen de lo, digamos, más personal […] Se trata, ya se dijo, de una muestra selectiva» y en esa muestra caben un sinfín de posibilidades, desde las lógicas reservas que provoca un empeño como este, que requiere una fidelidad y una constancia admirables: «¿Seré capaz de llevar el diario que nunca fui capaz de llevar?», se pregunta Álvaro Valverde al inicio de estas páginas. Ahora sabemos que sí, que esa obligación autoimpuesta de dotar de contenido al blog, con el paso del tiempo, fue conformando un corpus de notable envergadura. En ese corpus tienen cabida, como objetos en el tinglado de un chamarilero, toda clase de comentarios, desde los que suscita la lectura de un libro —son muchos los que desfilan por estas páginas: Marca de agua, de Brodsky, por ejemplo— a los que surgen a partir de un viaje, sea al remoto país del pasado o a algún otro lugar más cercano tanto en el tiempo como en el espacio. Así, el viejo molino con su mastín, al que teme no regresar, el Cementerio Alemán de Yuste, Salamanca —el café Novelty—, Gijón —el Dindurra—, Monfrague y, por supuesto, Plasencia. Otra cosa son los viajes por motivos estrictamente laborales, la cantidad enorme de horas pasadas con las manos al volante, horas que dan para una meditación y una observación, alimentarán posteriormente las páginas de su diario. Como es lógico, en las entradas de este diario —de lo contrario, sería un dietario— abundan las reflexiones sobre el paso del tiempo, sobre las veleidades del éxito, sobre política o sobre los aspectos más comunes de la cotidianidad, como esta, escrita con cierta ironía: «A estas alturas de mi vida, su hay algo que no soporto son los malos modos. O la falta de buenos modales», que comparto a pie juntillas.