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Sobre el azar del mapa

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a vida como viaje es un motivo que atraviesa toda la obra de Valverde desde su primer libro, Territorio. De un alejandrino de esa obra inaugural toma el título esta nueva entrega, que consta de dos cuadernos de viaje: «Cuaderno de Sofía» (dedicado a la capital búlgara) y «Cuaderno suizo» (dedicado a las ciudades de Grandson y Ginebra).

El primero es fruto de un viaje accidental que impresionó profundamente al autor y sus versos surgen casi como impromptus. En el segundo cuaderno recoge, a modo de homenaje,

composiciones inspiradas en poetas que vivieron o tuvieron relación con esa ciudad literaria y cosmopolita que es Ginebra. Así, el argentino Jorge Luis Borges (que allí murió y está enterrado) y los españoles María Zambrano (pensadora de la razón poética), José Ángel Valente, Alfonso Costafreda, Pere Gimferrer y Aquilino Duque…, todos confluyen en estos versos que festejan a la par la lírica y el descubrimiento del viaje.

 

La crítica opina

«Álvaro Valverde, poeta de palabra clara, serena, reflexiva, confirma con esta nueva obra de madurez que es uno de los nombres mayores de la poesía actual española». Fernando Aramburu

 

«El poeta extremeño ha modelado, libro a libro, casi poema por poema, una poética de la cercanía, una defensa del aquí que caracteriza ya su escritura como un territorio de “resistencia íntima”, para decirlo con palabras del ensayista Josep María Esquirol». Tomás Sánchez Santiago

 

Sobre el azar del mapa. Ed. Tusquets. Col. Nuevos textos sagrados, 2023.
DOS POEMAS DE SOBRE EL AZAR DEL MAPA

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ME gustan
las ciudades decadentes.
Cádiz, Palermo, Nápoles,
Tánger, Trieste, Lisboa…
Las que no son perfectas:
por limpias, ordenadas,
con viviendas intactas
y avenidas extensas.
Sofía, como aquellas,
tiene casas en ruina,
con muros desconchados,
tomadas con total alevosía
por la humedad y el abandono.
También por los grafitis.
Casas, a veces,
con jardines cerrados
que invitan al misterio.
Y hay suciedad
y solares y obras
que no concluirán nunca.
En suma, una desidia
que ni la nieve oculta.
Tal vez por eso
me gusta esta ciudad
donde el viajero
no transita, impecable,
por un parque temático.

DESDE que lo leí por vez primera
me obsesiona el poema «Cuestiones de viaje»,
de la bostoniana Elizabeth Bishop.
Nunca ha dejado de estar en mi memoria
ni de interpelarme sus preguntas.
No hay viaje que no me lo recuerde.
Tras descubrir Brasil,
nuestra poeta inquiere, por ejemplo,
si hubiese sido mejor quedarse en casa
e imaginar ese lugar.
De ser así, tampoco
estaríamos nosotros aquí.
Nos acomete la misma inmadurez:
la de mirar el sol desde esta orilla,
por más que brille ahora por su ausencia.
No nos basta con soñar nuestros sueños:
debemos vivirlos también.
Ella evoca a Pascal, esas desgracias
que derivan del hecho de ser incapaces
de no quedarnos solos y tranquilos
en nuestro propio cuarto. Se interroga:
¿Es falta de imaginación lo que nos obliga a venir
a lugares imaginados, en vez de quedarnos en casa?
Estamos en Sofía, pero podría ser
en cualquier parte.
Con ella, por fin, nos cuestionamos:
¿Deberíamos habernos quedado en casa,
dondequiera que eso quede?
Y en su formulación retórica,
no encontramos al cabo la respuesta.

alvabe@gmail.com